lunes, 2 de abril de 2012

Delirios de Incienso y Cera (3ª Parte)

Delirio III


Domingo 1 de Abril de 2012


ESTRENANDO RECUERDOS

"De niño, yo también salí en la Borriquita.

Puede que haya olvidado la primera vez que escuché una corneta rasgar la calma de la tarde, puede que haya olvidado el tumultuoso tropel de hipnóticos tañidos que parecían brotar directamente de las muñecas de aquel al que llamaban Barandales. Puede ser. No lo niego. Pero jamás podré olvidar aquel Domingo de Ramos en el que acompañé a una imagen que para mí - ¡dichosa mente de un niño! -, estaba invisiblemente viva.

Aquel muchacho que casi acertaba a besar a un borriquillo; aquella madre que, con su retoño en brazos, proclamaba con su sonrisa que aquel día era para estar de fiesta; aquel hombre barbado cuyos brazos abiertos parecían dar la bienvenida a quien cruzara con él su mirada.



De niño, yo también deseé ser uno de aquellos encapuchados.

También quise acariciar las capas de esos congregantes que no podían pasar desapercibidos entre tanto chiquillo. Sus altos caperuces me hicieron torcer el cuello y alzar la vista al cielo, un cielo que, aquella tarde, rebosaba azul celeste. Confieso que por un momento, estiré el brazo lo más que pude para intentar alcanzar la punta. Quizá creyese que así me contagiarían esa magia que desprendían sus brillos de fucsia alma.




Aún así, un cosquilleo de asombro – puede que miedo, ¡por qué no! -, se agarró bien fuerte en el estómago cuando mis ojos se toparon con los de aquel encapuchado. Aquellas diminutas aberturas daban paso a un desconocido universo al cual no me atreví a entrar por temor a no poder abandonarlo. Una expresión indescifrable. Un atisbo de rostro anciano. Un nuevo modo – al menos para este que escribe - de descubrir la mirada de un hombre.









De niño, yo también sentí mi corazón latir al son de palmas y ramas de olivo.





Y a la puerta del Museo, como decenas de niños, fui testigo de un momento que me regalo una razón más para estar emocionado: la llegada de un Jesús triunfalmente recibido por el cimbrear de palmas y corazones en vilo; la melodía de éstas al quebrar el silencio, regalando a un jovenzuelo como yo una sinfonía de dichas; el sentimiento al unísono de una ciudad de Castilla; el cosquilleo sonoro de cientos de personas vibrando en un mismo tono.

Aquel Domingo de Ramos fue especial, qué duda cabe.

No recuerdo muy bien si hice honor a ese dicho de que quien no estrena, no tiene manos... Aunque si lo pienso bien, puede que no llevara una camisa nueva o un pantalón recién comprado. Lo que sí puedo decir es que, sea como sea, aquella tarde vestí engalanado estrenando un recuerdo."



Texto: Álvaro Carvajal
Fotografías cedidas por: Pablo Alfonso Pérez
Vídeo cedido por: Óscar Antón

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